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SECRETOS FAMILIARES Y “NO DICHOS”

By 19/07/2016abril 27th, 2020No Comments

Por Jesús Casla

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Es secreto lo que se esconde intencionadamente o se desconoce; lo que aún no ha visto la luz porque se sale de lo establecido o resulta anómalo y vergonzoso. Lo que es susceptible de señalar o mancillar la imagen y la reputación de una familia también será silenciado, convirtiéndose en secreto familiar. La transmisición trangeneracional en el clan familiar se nutre esencialmente de todo lo que ha resultado traumático para las generaciones anteriores; lo reprimido, lo silenciado. Debemos tener muy presente que los sucesos traumáticos y dolorosos que ha padecido una persona o una generación de un clan difícilmente llegan a ser olvidados o aceptados. Por el contrario, superarlos resulta arduo ya que al ser vividos por sorpresa, con dolor, vergüenza y sin aparente solución, dejan una huella emocional profunda. Esos contenidos constituyen precisamente lo que denominamos secretos de familia o “no dichos” que se incorporan al inconsciente familiar como asuntos no resueltos, como conflictos inconclusos o como duelos pendientes.

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Secretos familiares: vergüenza, dolor y «no dichos»

Todo clan familiar, sin excepción, cuenta con su propia novela familiar, sus secretos ocultos y episodios embarazosos. Los secretos de familia se convierten en una pesada carga que se instala en el inconsciente familiar y que se transmite de generación en generación, al menos durante tres o cuatro generaciones, antes de diluirse. Con esa transmisión el inconsciente familiar busca en los descendientes nuevas oportunidades de solución. Mientras están activos y vigentes, los “no dichos” dan lugar, a su vez, a más traumas y conflictos entre quienes, ya desvinculados del episodio pretérito, reciben desorientados una herencia inconsciente que no comprenden; pero que limita y condiciona sus vidas.

Las razones más habituales de la ocultación y el silenciamiento de los episodios traumáticos del clan son la vergüenza, el sentido de culpa y el intento de eludir el juicio público para evitar el riesgo de ser señaladas y marcados por la sociedad. Lo traumático y vergonzoso se esconde con el anhelo de proteger a los hijos, los miembros más jóvenes e indefensos del clan. Se oculta aquello que se cree que les puede perjudicar o aquello que se considera que los más pequeños no deben escuchar. Se calla para aislarlos y que no se vean expuestos al sufrimiento. Y esto se hace ignorando que los propósitos de ocultación siempre resultan baldíos porque una cosa son los esfuerzos conscientes y otra muy distinta, y mucho más poderosa, son los mecanismos del inconsciente para llevar a cabo una y otra vez, como el oleaje, el retorno de lo reprimido. Estamos, por tanto, a merced del inconsciente que nos maneja y nos determina. Aquello que luchamos por ocultar acabará manifestándose incluso varias generaciones después a través de silencios delatores, tonos de voz, lapsus, lenguaje corporal o gestos inconscientes, miradas que hablan por sí solas, adicciones, enfermedades y extrañas actitudes ante la vida. El retorno de lo reprimido es ineluctable; finalmente todo sale a la luz en algún momento. Como indicó la psicoanalista francesa Francoise Dolto (1908-1988), “lo que es callado en la primera generación, la segunda lo lleva en el cuerpo”. Lo que silenciamos se acabará expresando en los descendientes de maneras tan diversas como accidentes, fobias, enfermedades o vocaciones.

Las situaciones y sucesos que habitualmente dan lugar a la aparición de estos secretos familiares suelen estar relacionados con circunstancias y aspectos rechazados por la sociedad, es decir, todo lo que puede hacernos destinatarios de miradas y acusaciones. En primer lugar, las enfermedades mentales, las muertes prematuras y los abortos, principalmente los que son provocados. Los fallecimientos imprevistos, como muertes violentas, asesinatos, suicidios y proyectos de vida inesperadamente truncados. También los sucesos de índole sexual que son rechazados o mal vistos por la sociedad, como la homosexualidad, los hijos ilegítimos, los adulterios, las violaciones, los incestos y la prostitución. Por último, las situaciones familiares anómalas, como el desempleo o las ruinas y angustias económicas, la adopción, los maltratos y los embarazos previos al matrimonio, sin olvidar los encarcelamientos, el alcoholismo y la drogadicción. Los secretos están determinados por las normas sociales y culturales imperantes, por lo que cambian con el paso del tiempo y la evolución de los hábitos y costumbres. Aspectos que un día resultaron vergonzosos o rechazados, como la homosexualidad, las relaciones sexuales fuera del matrimonio o los embarazos prematrimoniales, hoy ya no lo son tanto; pero surgen secretos nuevos, como el SIDA.

Como hemos visto, el inconsciente familiar busca sucesivamente nuevas oportunidades de solución en miembros de las generaciones futuras para que tomen conciencia del trauma inconcluso que alimenta la pesada carga inconsciente del secreto familiar. Como afirmó la psicóloga francesa de origen ruso Anne Ancelin Schützenberger (1919), “los secretos de familia, las identificaciones inconscientes y lealtades familiares invisibles pasean sobre los hijos y los descendientes”. Si el conflicto oculto no se sana, sigue abierto y activo, y la transmisión transgeneracional del mismo continúa. Esto origina la repetición de determinadas circunstancias en varios miembros del clan de una misma o de distintas generaciones. Los afectados pueden ser conscientes o intuir que portan algo extraño y molesto; pero desconocen en detalle de qué se trata y, por supuesto, a qué obedece. Por lo tanto, la carga oculta que comporta todo secreto de familia generará un importante desgaste emocional para las siguientes generaciones.

Las enfermedades, malestares, actitudes y bloqueos que se repiten en un clan delatan la existencia de un secreto familiar activo que busca solución. Son avisos del inconsciente para llamar la atención sobre los secretos y la carga emocional que estos asuntos pendientes comportan. Las generaciones venideras parten con ese pesado lastre inconsciente que puede generar desequilibro y limitación  en su evolución. Como afirmara Alejandro Jodorowsky  (1929), “la sanación del árbol consiste en quitar la repetición, comprenderla, o repetirla en una forma positiva”. Para ello es necesario que surja un miembro del clan que esté dispuesto a emprender el camino de la búsqueda y la comprensión para iluminar las tinieblas; alguien que esté dispuesto a elevar su propio nivel de conciencia y, con ello, el del clan para liberar al grupo de los lastres emocionales.

* Jesús Casla es autor de los libros: