Por Jesús Casla
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(continuación de Rangos de hermandad: lectura horizontal del árbol genealógico 1ª parte)
Hijo primogénito
Después de conocer la experiencia de ser hijo único, llegan más hermanos y experimenta un sentimiento de pérdida; debe compartir con ellos la atención de los padres, antes exclusiva para él. En esa situación, puede reaccionar aislándose, mostrar hostilidad hacia el hermano o, por el contrario, resolverlo convirtiéndose en su protector y referente.
La primogenitura hará que adquiera más rápidamente el sentido de responsabilidad y gozará de cierta autoridad sobre sus hermanos, si bien con frecuencia deberá asumir responsabilidades demasiado pesadas como dar continuidad al negocio de sus padres o cuidar de ellos en la vejez, programas que pueden condicionar su vida.
Ser primogénito implica exigencias; pero también derechos. El rango de primogénito facilita una mayor sensibilidad hacia la herencia psíquica y emocional del padre y también una mayor identidad con el linaje paterno. En el caso de las hijas primogénitas, con frecuencia llegan a tener un gran poder en la familia y asumen responsabilidades como el rol de cuidadoras, pudiendo llegar a convertirse en madres simbólicas de la propia madre.
El hijo primogénito varón que va seguido de otros hermanos varones representa la figura patriarcal por excelencia, con una fuerte e innegable identificación con los valores masculinos. En estos casos, hay que fijarse muy detenidamente en el linaje paterno (padre, abuelo y bisabuelo) porque casi toda su identidad transgeneracional le viene por esa línea. Son muy sensibles a los problemas del linaje paterno y a los programas inconscientes de otros hermanos mayores del árbol. Si hay ausencias en el linaje paterno podemos encontrarnos con un hermano mayor rehén de secretos y sombras transgeneracionales que le impiden asumir plenamente el rol de la primogenitura. No rechaza asumir responsabilidades y busca el liderazgo, pudiendo llegar a creerse irreemplazable. Se identificará con personas que están en posición de poder. Puede tener actitudes autoritarias y un marcado interés por los bienes materiales. Son pragmáticos y ordenados. Los fracasos no les desaniman.Con las mujeres se muestra sensible y tímido. No sólo las trata como a varones sino que también le gusta que parezcan masculinas aunque paradójicamente busca que ejerzan un rol materno sobre él. Como padre, será responsable, controlador y estricto, y se identificará más con su hijo o hija menor.
El primogénito varón seguido de hermanas tiene un don natural para cuidar a las mujeres, con las que sabe mostrarse atento y comprensivo. Elegirá mejor que otros hombres a sus parejas y no tendrá inconvenientes en trabajar con o para ellas.
La hija primogénita seguida de hermanas encarna la figura matriarcal. Con ese rol matriarcal tienden a ser responsables, estrictas y preocuparse por los demás, dando órdenes y controlando. Llegado el momento, trasladará esa necesidad de control hacia su pareja y cuando tenga hijos tratará de controlarlos incluso en la distancia. Son personas muy sacrificadas, volcadas en los demás, que llegan a olvidarse de sí mismas. Suelen tener una relación muy estrecha con el padre, siéndole fiel. Puede sentir culpa inconsciente por ser la preferida del padre. Por su rol matriarcal, puede tener dificultades para entenderse con el sexo opuesto. De hecho, le molesta que el hombre que le interesa busque su contacto. Su pareja ideal sería un hermano menor de hermanas o un hombre con el mismo rango de hermandad que su padre.
La hija primogénita seguida de hermanos varones tendrá una fascinación especial por el mundo masculino y una conexión especial con la madre y las hermanas del padre, aspecto que se remarca cuando, por ejemplo, lleva el nombre de la madre o de la hermana mayor del padre (exceso de identificación). Sabe cuidar de los hombres y será muy valorada por ellos, sobre todo si son hermanos menores. En cambio, puede tener conflictos de poder con los varones que sean hermanos mayores. Independiente y fuerte, en el ámbito profesional prefiere dirigir. No compite con los hombres. Las mujeres no le interesan demasiado porque los hombres a su cargo son lo más importante para ella, aunque tiende a tratarlos como a niños. Demasiado atenta de los demás, frecuentemente se esforzará tanto por satisfacer al hombre que se olvidará de sí misma y de sus necesidades.
La confusa posición del rango central
Se trata, sin duda, del hijo cuyo rango de hermandad entraña más dificultades en el seno familiar. Disfrutará de una mayor neutralidad y su posición favorecerá un mayor equilibrio emocional; pero dudará consciente e inconscientemente de los sentimientos de los padres hacia él en comparación con el resto de hermanos. No tendrá más opción que esforzarse para hacerse notar y reclamar protagonismo.
Su equilibrio emocional le llevará a ser probablemente comprensivo, cooperativo y flexible sin dejar, por ello, de ser competitivo. Suele rodearse de un círculo de amistades en el que buscará la atención que siente que no obtuvo en la familia. Al haber recibido menor atención que sus hermanos por parte de los padres, las amistades pueden convertirse en una suerte de familia de compensación.Precisamente, esta habilidad social aprendida por la necesidad puede propiciar actitudes emprendedoras exitosas. Por otra parte, fruto de la comparación con hermanos mayores y menores, así como del reclamo de protagonismo, el hijo de rango central forjará una personalidad opuesta al hermano mayor y al hermano menor.
Si el segundo hijo es varón y ha nacido poco tiempo después del primogénito varón, puede acentuarse ese espíritu competitivo e incrementarse la polarización con las cualidades del mayor por oposición. Si uno de los progenitores es también hermano segundo, se identificará con él; si se trata del padre, esa identificación padre segundo – hijo segundo generará competencia de este último con el primogénito.
Como resultado y reminiscencia de sus dudas de la niñez sobre el cariño y los sentimientos de los padres, en la vida buscará amigos protectores que lo entiendan y valoren. Profesionalmente, no tendrá inconvenientes en ser subordinado, aunque puede desafiar a oponentes más poderosos. Con las mujeres se mostrará generoso y permisivo.
Sin embargo, cuando se trata de un hijo central que sigue a una hermana primogénita, se polarizará mostrándose o muy femenino o muy duro y varonil. Necesitará mucho el referente paterno. Las mujeres no sólo lo aman sino que anhelan cuidarlo. En cuanto a las mujeres, puede seducirlas fácilmente. Siempre esperará que las mujeres de su vida, primero hermanas y luego parejas, lo protejan y sirvan. Para él sólo cuentan sus propios intereses.
La hermana menor de hermanos atrae a los hombres porque cuenta con todo lo que ellos desean de una mujer: es femenina, cálida, amable y sensible. Obviamente, con esas cualidades puede conseguir lo que quiera de los hombres y, de hecho, tiene gran facilidad para encontrar compañía. Suele casarse o emparejarse antes que las demás, aunque no le preocupa la soltería porque tiene hermanos en quien apoyarse. Su mejor elección como pareja será un hermano mayor de hermanas. Es capaz de adaptar su vida a los intereses del hombre que ama.
En cambio, la hermana menor de otra o de otras hermanas busca el reconocimiento de los demás y se muestra competitiva no sólo con otras mujeres sino también con los hombres. Necesita sentirse respetada. Se identifica con su madre y con su abuela materna, sobre todo si tienen su mismo rango de hermandad. También necesitará al esposo que deberá implicarse en lo cotidiano con los hijos y ayudarla mucho con ellos.
En cuanto a los hijos, le cuesta manejarlos y precisa la ayuda de su madre o de la hermana.
El benjamín
Llega cuando los padres ya tienen confianza y experiencia acumulada para ejercer ese rol. El hijo pequeño goza, por tanto, de más permisividad y menos control que sus hermanos mayores. Por ende, desarrolla cualidades como la simpatía y el encanto para poder seducir, con lo que acapara las atenciones de todos los miembros de la familia y también las envidias de sus hermanos. Al gozar de más libertad, el hijo menor es más independiente. Tiene mucho en común con el primogénito porque ambos se sienten con derechos y se creen especiales. Como hijo menor, ha tenido que afrontar menos responsabilidades y en la vida probablemente no buscará experiencias con mucha responsabilidad. Puede estar sobreprotegido y, como resultado, mostrarse menos respetuoso con la autoridad.
El hijo menor puede heredar programas inconscientes muy concretos, como las tentativas de sus padres para que no abandone el hogar familiar (síndrome del nido vacío) o representar el programa inconsciente de ser el cónyuge ideal del progenitor del sexo contrario.
Cuando le separan varios años de sus hermanos anteriores, su rol es muy similar al del hijo único.
Hijos únicos
Crecen rodeados de adultos, por lo que adquieren rápidamente la madurez. Normalmente, se benefician de recursos como tiempo, atención y dinero. Además, no tienen que compartir ni competir por el amor de sus padres. Esto acrecienta su tendencia a ser independientes. Al pasar tanto tiempo solos, suelen ser ingeniosos y creativos.
Desde un punto de vista estrictamente transgeneracional, los hijos únicos a veces responden a memorias de conflictos entre hermanos de anteriores generaciones y son la respuesta al deseo de estar solos y evitar la repetición de esos enfrentamientos. Otras veces, se trata de la reparación de un exceso de hijos o de una procreación caótica en generaciones anteriores.
El hijo único es el depositario de las expectativas de sus padres. Además, tiene que asumir todo el peso de la continuidad familiar. El clan corre peligro de extinguirse, lo que se traduce en una carga adicional para él. Es frecuente que en estos casos se manifieste el Complejo de Atlas al tener que sostener en soledad sobre sus hombros toda la herencia transgeneracional y la responsabilidad de la supervivencia del clan.
Echará de menos la existencia de hermanos y se sentirá culpable inconscientemente si la madre ha sufrido abortos.
En el caso del hijo único varón, hay que tener muy en cuenta el linaje paterno y los rangos de hermandad de su padre y su abuelo. Un padre que sea hermano mayor de hermanos se llevará bien con su hijo único. El hijo único varón puede asumir roles de liderazgo aunque preferirá asesorar más que mandar él mismo. Como pareja, buscará una que sea maternal y acepte subordinarse a él y a sus intereses. Se identificará especialmente con otro hijo único o con hermanos mayores. Si tiene un hijo, preferirá que sea varón.
A la hija única le cuesta compartir más que a otras mujeres. Intentará ser siempre la preferida y no pasar nunca inadvertida. Habitualmente, es incapaz de dejar de lado su egocéntrica personalidad en relación a los hombres, de los que espera que representen un modelo paterno. Su madre la asiste más que otras madres a sus hijas y es posible que hasta le busque parejas. El hombre que se case con ella debe tener muy en cuenta a la madre de ella ya que, por lo general, la suegra forma parte del lote.
Como madres, las hijas únicas son exigentes, si bien cuidan menos a sus hijos que otras madres. Se dará por satisfecha teniendo sólo una hija. Si tiene un hijo, verá en él más características de su padre que de su marido.
Mellizos y gemelos
Pueden polarizarse y representar uno el linaje paterno y el otro el linaje materno. Su vinculación especial les hace muy intuitivos. Con respecto a otros hermanos, es habitual que actúen en coalición.
Si son niño y niña, los roles se determinarán en función de los padres. Si el padre es el mayor y la madre la menor de sus hermanos, el niño asumirá el rango de mayor y la niña el de menor, aunque no hayan nacido en ese orden. Es decir, si no hay más hermanos, asumen roles de posiciones filiales habituales.
Cuando los mellizos o gemelos tienen hermanos menores, aprenden roles de hermanos mayores de hermanas y hermanos, según cada caso.
El adoptado
La clave está en las circunstancias del momento de su llegada a la familia. Si se incorpora antes que sus hermanos (biológicos o también adoptados), todo será más fácil para él. Si lo hace después, su presencia trastoca todo el sistema de rangos ya existente, lo que puede originar reubicaciones, rivalidades y conflictos de identidad.
El hijo adoptado se beneficia de una mayor protección por parte de los padres tanto en el seno familiar como hacia el exterior. Sin embargo, puede ser considerado como un intruso o un competidor por los otros hermanos.
Según vaya creciendo, podrá sufrir un conflicto de lealtad con los padres adoptivos si alguna vez desea de conocer o saber algo de sus padres biológicos, hacia los que podrá sentir resentimiento en unos casos o mucha pena en otros.
* Jesús Casla es autor de los libros: