Escritor, consultor, terapeuta y catedrático.
Descodificación Biológica – Biodescodificación,
Descodificación Transgeneracional
Hipnosis Regresiva Reparadora (HRR)®
Creador de la Descodificación Biológica Reparadora (DBR)®
Fundador de la Universidad Popular Jesús Casla (UPJC)
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La toxoplasmosis es una enfermedad infecciosa provocada por el protozoo toxoplasma gondii, parásito que puede vivir dentro de las células de los humanos y de los animales, sobre todo de los gatos y de otros animales de granja. Alrededor de la mitad de los casos de toxoplasmosis se deben a la ingesta de carne infectada, ya sea cruda o poco cocinada; pero también se puede contraer esta infección al comer frutas o vegetales frescos contaminados, beber agua contaminada e incluso tocar tierra contaminada.
Esta enfermedad está considerada como zoonosis porque habitualmente son los animales los que la transmiten a los seres humanos, sobre todo el gato, refugio más habitual para este parásito que reside y se reproduce en sus intestinos. Pero también se infectan animales herbívoros, omnívoros o carnívoros, incluyendo casi todos los mamíferos.
En contra de lo que comúnmente se cree, el contagio no se produce
al estar en contacto con un gato mientras éste no esté infectado.
A su vez, los gatos resultan contaminados al comer roedores y pájaros infectados. Los parásitos forman ooquistes en el intestino del gato y éste excreta en sus heces millones de ooquistes durante un período de hasta tres semanas después de haber contraído la infección. En determinadas condiciones, los ooquistes pueden vivir en la tierra o la caja de arena del gato y seguir siendo infecciosos durante dieciocho meses. Es posible que en ese tiempo se esparzan, contaminando el agua, la fruta y los vegetales que consumimos.
Puede causar infecciones leves y es asintomática en alrededor del 80% de los casos, por lo que muchas personas ignoran que están infectadas; pero otras veces puede dar lugar a infecciones más graves que, en casos extremos, pueden llegar a provocar la muerte. El contagio sólo se produce entre personas en los casos de transmisión placentaria o materno-fetal. Cuando la mujer está embarazada, estas infecciones graves afectan, de manera especial, al feto porque el toxoplasma gondii es capaz de atravesar la placenta, lo que representa un gran peligro para el feto, que puede resultar infectado en el útero, provocándole incluso la muerte.
Existen dos tipos de toxoplasmosis que pueden afectar al bebé:
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- Toxoplasmosis ocular: aunque es resultado de una infección congénita, los signos aparecen varios años después del nacimiento con retinitis necrosante, uveítis y muy frecuentemente retinocoroiditis.
- Toxoplasmosis congénita: puede provocar la muerte intra-uterina o causar secuelas graves si la infección de la madre se produce en la primera mitad de la gestación. En los casos más graves, la infección puede provocar el nacimiento de un bebé sin vida o que nazca con problemas estructurales y neurológicos.
El riesgo de que una mujer embarazada e infectada de toxoplasmosis pueda contagiar al feto varía dependiendo de cuál sea la etapa de la gestación en la que se encuentre cuando contraiga la infección. Las posibilidades de que el bebé resulte infectado aumentan a medida que avanza el embarazo. Si la infección se produce en el primer trimestre, el riesgo de que el bebé resulte infectado es de alrededor del 15%. En cambio, si la infección se contrae durante el segundo trimestre el riesgo de contagio asciende al 30% y alcanza el 60% si la infección tiene lugar en los tres últimos meses. No obstante, a pesar de que el índice de transmisión de la infección es mayor en las últimas etapas del embarazo, los daños que recibe el feto son más graves si el contagio ocurre en el primer trimestre. Incluso hay casos, poco frecuentes, de fetos que han resultado contagiados en la fase inicial del embarazo a pesar de que la madre había contraído la infección en los meses previos a la concepción.
La mayoría de los niños con toxoplasmosis congénita
no presentan síntomas al nacer.
Lo habitual es que éstos se hagan presentes meses e incluso años después del nacimiento. Sólo los bebés prematuros muestran al nacer signos inequívocos de esta enfermedad. Los signos distintivos más habituales son fiebre, inflamación de los ganglios linfáticos, ictericia, erupciones en la piel, anemia y bazo o hígado agrandados. También pueden aparecer diversas anomalías en el cerebro y el sistema nervioso que provocan convulsiones, flacidez muscular, pérdida auditiva o lesiones en la retina.
La toxoplasmosis que se presenta en la mujer embarazada pone
de manifiesto que ésta ha recibido un fuerte impacto emocional,
algo que le ha causado enfado, irritación, ira y fastidio.
Se ha sentido atacada o agredida. Está en tensión, y probablemente aún indecisa, por ese impacto inesperado que ha recibido. El conflicto generado origina esa ira reprimida y ésta se expresa en el cuerpo a través de esta infección. Porque toda infección, como en el caso de la toxoplasmosis, pone de manifiesto la existencia de un conflicto, un ataque que es vivido con enfado e irritación.
La mujer embarazada siente el impacto emocional como un ataque que le obsesiona. Toda su atención se concentra en el conflicto y, sin pretenderlo, lo alimenta, lo fortalece hasta convertirlo en algo aparentemente inaccesible, sin resolución a la vista. De ahí, de la sensación de bloqueo y la irritación e ira características. El bloqueo aleja la posibilidad de poner en práctica una decisión que, en todo caso, sería liberadora o al menos atenuaría la tensión. En definitiva, la mujer afronta con frustración y derrotismo el conflicto en el que se ve inmersa y no vislumbra cómo liberarse de su enfado y su fastidio. Se deja invadir por los gestos o palabras de otros a los que concede poder sobre ella.
Se siente frágil, sin la capacidad necesaria para reivindicarse.
Puede tratarse también de memorias transgeneracionales de bebés muertos prematuramente o abortados. Puede ser, asimismo, el recuerdo doloroso de abortos previos sufridos o practicados por la propia mujer que afronta ahora un nuevo embarazo. Teme ser una mala madre, no estar a altura de las exigencias y de su responsabilidad como portadora de vida. En el fondo, se desvaloriza y posiblemente se culpa si antes ha sufrido abortos espontáneos y, sobre todo, si han sido planificados.
La mujer que sufre toxoplasmosis vive una situación ante la que se encuentra bloqueada, lo que le provoca un gran enfado y una fuerte irritación.
Reprime la ira que se desata en su interior.
No se permite exteriorizar ni comunicar esa ira, a pesar de que desearía hacerlo. Enfado y enojo que perduran mientras no encuentra el modo de pasar a la acción. Se siente incapaz de afrontar el impacto emocional que ha recibido. Se obsesiona con la situación que sufre, mientras, por otra parte, su bloqueo le impide comprenderla y, por ende, gestionarla de la forma más adecuada.
La mujer embarazada que sufre toxoplasmosis debe escapar de su bloqueo tomando conciencia de qué está expresando su cuerpo en respuesta al impacto emocional recibido. Si lo hace, estará en disposición de afrontar su situación de forma distinta, con la capacidad de tomar el control de sus emociones y pasar a la acción para liberarse del síntoma.
Jesús Casla es autor de los libros: