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MENORRAGIA: MENSTRUACIONES ABUNDANTES. BIODESCODIFICACIÓN

By 13/02/2016abril 27th, 2020No Comments

Por Jesús Casla

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La menorragia es el incremento anormal del flujo menstrual tanto en cantidad como en duración. La menstruación generalmente alcanza un flujo de entre 40 y 50 ml. a lo largo de tres a cinco días. Cuando la regla se extiende durante más de seis o siete días y el flujo global en ese tiempo supera los 80 ml., estamos ante un caso de menorragia o sus sinónimos: hipermenorrea y polihipermenorrea, es decir, menstruaciones anormalmente intensas y prolongadas.

Obviamente, no resulta fácil ni es imprescindible poder medir con exactitud el flujo menstrual para que la mujer pueda obtener la certeza de que sufre menorragia. Sin embargo, dispone de otros medios más sencillos para saberlo. Por ejemplo, se considera una regla excesivamente abundante cuando se presenta un flujo capaz de empapar una compresa o un tampón cada hora durante varias horas seguidas. El número de tampones, compresas o toallas empleadas dan indicios del flujo acumulado si consideramos que cada tampón absorbe entre seis, nueve y doce ml., según sea de tamaño pequeño, mediano o grande. Los tampones ultras pueden llegar a absorber hasta 18 ml.

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Menorragia: menstruaciones abundantes y duraderas, desvalorización y estrés interior

Existen una serie de indicadores que deben ser observados porque permiten a la mujer saber si padece menorragia. Por ejemplo, la necesidad de tener que usar doble protección para neutralizar el flujo menstrual; verse obligada a levantarse por la noche para renovar esa protección; que la abundancia del flujo menstrual condicione o impida la realización de actividades cotidianas; o, sencillamente, cuando el período se prolonga durante más de una semana. En casos extremos, como veremos, la menorragia llega a provocar otros síntomas como anemia, fatiga y dolor.

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Tradicionalmente, siempre se ha considerado al estrés como una de las causas principales de la menorragia; pero, además del estrés, hay otras circunstancias más concretas que deben ser consideradas. Entre ellas, particularmente los desequilibrios hormonales en los ciclos menstruales sin ovulación. Cuando no existe un equilibrio entre estrógenos y progesterona, el endometrio, cuyo recubrimiento está regulado por la progesterona, se hiperdesarrolla, dando lugar frecuentemente a sangrados abundantes. Los ciclos menstruales sin ovulación son más habituales entre las adolescentes que acaban de empezar a menstruar (menarquia), sobre todo durante el primer año y medio. Los ciclos sin ovulación también son frecuentes entre las mujeres de 40 a 50 años, que se aproximan a la menopausia.

Otras circunstancias que pueden provocar la aparición de menorragia son:

– Disfunción ovárica: si en un ciclo menstrual no tiene lugar la ovulación, no se produce progesterona. Consecuentemente, se provoca un desequilibrio hormonal que puede convertirse en menorragia.
– Adenomiosis: afecta, sobre todo, a mujeres que ya han conocido la maternidad. Tiene lugar cuando las glándulas del endometrio se adhieren al músculo uterino, causando sangrados abundantes y períodos especialmente dolorosos.
– La existencia de fibromas uterinos, cuya presencia es más habitual durante los años reproductivos, también puede ocasionar sangrados menstruales abundantes y prolongados.
– Los pólipos uterinos, más frecuentes en mujeres en edad reproductiva, pueden provocar sangrados abundantes y anormalmente duraderos.
DIU (Dispositivo IntraUterino): está demostrado que un efecto secundario muy habitual del uso de este dispositivo de control de natalidad es la menorragia. Cuando esto ocurre, lo más recomendable es prescindir de su uso.
– EIP (Enfermedad Inflamatoria Pélvica): infección en el sistema reproductivo, sobre todo en el útero y las trompas de Falopio.
– Otras sintomatologías, como cáncer de útero, cáncer de ovario, cáncer cervical, enfermedades renales y hepáticas, y endometriosis también suelen provocar menorragia.
– Asimismo, se deben observar posibles complicaciones relacionadas con el embarazo porque a veces la menorragia puede estar vinculada a abortos espontáneos o a embarazos ectópicos – implantación del óvulo fecundado en la trompa de Falopio-.
– Cualquier trastorno de coagulación puede provocar sangrados menstruales anormalmente copiosos.
– Ciertos medicamentos, antiinflamatorios y anticoagulantes principalmente, pueden propiciar sangrados menstruales más abundantes y duraderos de lo habitual.

La menorragia tiene un sentido biológico muy conciso. La mujer que sufre menorragia está expresando en su cuerpo que sufre un acentuado estrés interior; situación emocional habitualmente ligada a la sensación de que no tiene el control de su vida ni la posibilidad de regir ésta libremente. Muy frecuentemente estas mujeres sienten que su vida la manejan y controlan los demás, casi siempre otros miembros de la familia. Así, por ejemplo, si la menorragia surge tras la colocación de un Dispositivo IntraUterino (DIU), esa mujer está expresando dolor, angustia y culpa inconscientes por el hecho de impedir un posible embarazo, porque en los más profundo de sí misma posiblemente desea tener un hijo; pero claudica ante sus temores o ante la influencia de otros.

Toda hemorragia, independientemente de dónde y cómo se manifieste en el cuerpo, implica la existencia de conflictos en el ámbito familiar; sentirse apartada o distinta de la familia, querer marcharse de la familia o que otros lo hagan. Con la hemorragia se pierde sangre y también la alegría y el amor a la vida. La menorragia indica que la mujer vive una situación de bloqueo y que sufre en silencio, en aislamiento.

Cuando la menorragia se instala en el cuerpo de la mujer puede desencadenar serias complicaciones de salud. La más inmediata, el dolor. La menorragia a menudo se presenta con calambres menstruales sumamente dolorosos y molestos (dismenorrea). Biológicamente, la dismenorrea expresa un sentimiento profundo de culpa, de autocastigo, de angustia emocional. Cuando hay dismenorrea la mujer está manifestando un enfado inconsciente consigo misma y, posiblemente, hasta un sentimiento de odio hacia su propio cuerpo y su feminidad.

Sin embargo, la complicación más preocupante que puede surgir de la menorragia es la anemia ferropénica, provocada por la excesiva y continuada pérdida de hierro a través del flujo menstrual. Los síntomas externos más reconocibles de la anemia –incluso si es leve- son palidez, debilidad, manos y pies fríos, zumbidos en los oídos y fatiga. Cuando la anemia se agrava, pueden surgir episodios de dificultad para respirar, taquicardia, mareos y dolores de cabeza.

Si los dolores menstruales provocados por la menorragia expresan culpabilidad y autocastigo, no es menos cierto que la anemia ferropénica surgida por la menorragia manifiesta una desvalorización de la mujer con respecto a la familia o con respecto a situaciones y conflictos surgidos en el entorno familiar. Puede tratarse también de situaciones en las que esa mujer reclama –inconscientemente- ayuda para poder desarrollar su función materna. Situaciones de atmósfera familiar tóxica; sentimientos de ahogo en la familia. Son mujeres que no sólo han perdido la alegría de vivir sino que, además, viven con miedo. Precisamente por esa desvalorización antes referida, caen fácilmente en el desánimo. Se sienten débiles y frágiles en el entorno familiar y en la vida, en general.

La mujer que sufre problemas relacionados con su menstruación, más concretamente menorragia, ha asumido a lo largo de su vida creencias limitantes que la desvalorizan y la sumen en la fragilidad y la inseguridad. Ha interiorizado un rol femenino y materno condicionante y posiblemente frustrante. La mujer que padece menorragia debe valorarse y revisar la percepción que tiene de la vida. Debe asumir que, en el fondo, su actitud ante la vida se basa en creencias y que éstas las puede y las debe cambiar. La mujer con menorragia debe vigilar y neutralizar los pensamientos negativos que la conducen al desánimo. Debe darse cuenta de que su desvalorización la lleva a supeditarse al control y opiniones de los demás sobre su propia vida. Tomar conciencia de estas situaciones permitirá a la mujer que sufre menorragia emprender el camino de su liberación y de su curación; comprendiendo, respetando y amando tanto su feminidad como su cuerpo y, por ende, su vida.

* Jesús Casla es autor de los libros: